Qué llenos
de ternura me resultaban los días en que salíamos a recoger el musgo para el
Portal de Belén.
A principios
de Diciembre y en una tarde soleada, solíamos salir por los alrededores en
busca del, para ti, gran tesoro, mullido y musgoso suelo, suave alfombra para
pastores, campesinos y reyes que pisarían el camino a Belén.
Tú llevabas
bien sujeto el cubito azul y la paleta roja de la playa, que bien nos podían servir para el menester
que nos urgía.
Y a lo largo
de todo el camino íbamos arrancando de la tierra el suave terciopelo que luego
llevaríamos a casa.
A veces,
arrastrábamos a la par un caracolillo diminuto que se alimentaba de aquello que
nosotros recogíamos.
-
¿Podemos llevarlo a casa Mami, y ponerlo también
en el Belén?
-
¡Claro que sí!
Y Se
iluminaba tu carita tal vez imaginando al caracol entre medio de los pastores.
A la vuelta, cuando ya el sol comenzaba a
desdibujar su camino y perpendicularizaba sus rayos sobre nosotros, el musgo
recogido en el cubito brillaba como oscuras esmeraldas reluciendo dentro de su
más sencilla humildad.
Entre los
dos compartíamos como íbamos a preparar el Belén y en qué lugar pondríamos cada
una de las figuritas. Tu carita refulgía de felicidad, y tu pelo, acariciado por
el sol, no podía por menos que parecerme el mismo del Niño Jesús.
Imagen de Aquí
1 comentario:
Me he emocionado muchísimo leyendo tu relato de vivencias tan lejanas en el tiempo y tan cercanas en la memoria.
Me encantan tus relatos que acabo de descubrir.
Blogs de cocina estamos muchos pero personas que escriban con esta sensibilidad se encuentran poquitas.
Te seguiré fielmente.
Besos
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