En esta primera tarde de estío, mientras el sol desciende lentamente desde su trono, mis recuerdos vuelan de nuevo hacia otro tiempo y vuelven a mí aquellas palabras que en determinado momento hice mías, porque eran fiel reflejo de tu existir:
“… Tenía los ojos jóvenes, casi recientes, tal vez un poco hundidos, como tapiados por un azul caliente y pálido. No los podía dormir y su mirar era paciente, aceptativo, penetrante. Recuerdo que cuando comenzaba a hablarnos los ojos se le oscurecían un poco, como si de repente se les cayera la mirada. Se aquietaban más tarde en el silencio con un encendimiento imperceptible. Y recuerdo también que era en los ojos, precisamente, donde empezaba a expresar su alegría…
…Nunca le vi los ojos asombrados ni sorprendidos, como si nunca hubiesen visto cosa desconocida…”
(Ayer vendrá – Luis Rosales)
Tal que así eran a veces tus ojos, aunque cambiando su iridiscencia azul por el negro azabache.
En esas ocasiones aún estaba yo lejos de intuir ningún cambio.
Foto de Aquí
Miguel Schweiz Donde se posa el Sol
Hace 1 año
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