22 de junio de 2010

Cambio

En esta primera tarde de estío, mientras el sol desciende lentamente desde su trono, mis recuerdos vuelan de nuevo hacia otro tiempo y vuelven a mí aquellas palabras que en determinado momento hice mías, porque eran fiel reflejo de tu existir:

“… Tenía los ojos jóvenes, casi recientes, tal vez un poco hundidos, como tapiados por un azul caliente y pálido. No los podía dormir y su mirar era paciente, aceptativo, penetrante. Recuerdo que cuando comenzaba a hablarnos los ojos se le oscurecían un poco, como si de repente se les cayera la mirada. Se aquietaban más tarde en el silencio con un encendimiento imperceptible. Y recuerdo también que era en los ojos, precisamente, donde empezaba a expresar su alegría…
…Nunca le vi los ojos asombrados ni sorprendidos, como si nunca hubiesen visto cosa desconocida…”
(Ayer vendrá – Luis Rosales)


Tal que así eran a veces tus ojos, aunque cambiando su iridiscencia azul por el negro azabache.
En esas ocasiones aún estaba yo lejos de intuir ningún cambio.

Foto de Aquí

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