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Vuela hoy en busca de la salubridad del aire, y déjate llevar por la suavidad del viento. El mar y el viento siempre te dieron vida.
Ahora me siento tranquila, contrariamente a como me sentí en otros momentos pasados, cuando andabas sobre las olas, empujando por el viento y la vela.
Intuyo, sé, que la madurez habitó en ti suplantando la inocencia de aquel niño que fuiste, que gozaba volando el pandero, y mojando tus pequeños pies en las saladas aguas del Estrecho.
Bendita inocencia, bendita madurez.
Bendito tú.
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