29 de junio de 2011

Crecer


El calor arrecia y blanquea el color del cielo. Ese tono blanquecino hace extraña a esta tarde de estío que agoniza.

Hubo momentos en los que en tardes como ésta nos mojábamos con los aspersores de riego bajo las ramas lloronas del árbol de la falsa pimienta y yo jugaba contigo, poniéndome a tu altura como si fuera un niño más.

En un instante la presión del agua hizo que se me escapara la manguera de las manos y comenzara por sí misma a danzar enloquecidamente salpicándolo todo de agua, mojándonos aún más si cabe y formando charcos a nuestros pies.

Tu riza acalló el canto de las enardecidas chicharas y apagó el zumbido del calor de la tarde. Estalló tal y como estallan los fuegos artificiales, iluminándolo todo: ellos con su luz, tú con tu risa.

Que feliz me sentía. Te apreté entre mis brazos y te pedí en un susurro: "No crezcas nunca".

Imagen de Aquí

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