24 de diciembre de 2009

Navidad


Eran días de Navidad y en las tardes, tú y yo nos sentábamos inseparables ante la prendida chimenea hasta quemar el último tronco. El escaso fuego que desprendías los últimos leños expelían un humo que se arremolinaba sobre los rescoldos y ascendía incauto por la trampilla del respiradero.
Estabas sentado en el suelo de barro, ensimismado en colorear un cuento que yo te había comprado en la mañana.


De tanto en tanto un ramillete de chispas, iluminaban débilmente tu carita y ésta se volvía roja por momentos. Tú mirabas de reojo el escaso fuego y continuabas absorto tu tarea.
Vivíamos conjuntamente una dulzura quieta y vagamente amparada en esas horas que preceden al atardecer.


Las vivencias de entonces estaban completamente ajenas a las que vendrían años después, convirtiéndose en una larga estación cargada de un cortejo de meses grises y tristes, sumidos en la bruma y el desconcierto.


El último rayo de sol entró por la cristalera de la ventana. Venía bajo, mostrando sin pudor una infinidad de doradas partículas que flotaban en el ambiente que nos unía y que respirábamos tú y yo.
Ya está mami.
Y tus manitas me ofrecían bondadosas el dibujo recién terminado, a la par que tus ojitos se entrecerraban picarones tras las redondeadas lentes.


Miré con curiosidad la hoja y me asaltó un atisbo de asombro. El mortecino rayo ya había llegado a su ocaso y ahora ya no impregnaban el aire puntitos dorados.
Miré el dibujo y te miré a ti. No era el que habías coloreado en el cuento.


Me habías dibujado a mí.


Foto de Aquí

No hay comentarios:

2009 Marrón Dorado - Powered by Blogger
Blogger Templates by Deluxe Templates
Wordpress theme by Dirty Blue